La Italia de Paolo D.

Paolo Draghi y su participación en la historia de Italia

Guerra de Crimea

Rusia se enfrentó en esta guerra a las fuerzas aliadas de Gran Bretaña, Francia, el Imperio otomano y el reino de Cerdeña. El conflicto se inició en la península de Crimea en 1853. Los aliados deseaban impedir la expansión del poder ruso en el mar Negro y la captura de territorios del Imperio otomano. Rusia fue derrotada en 1856.

 
Península de Crimea - Mar Negro

Los rusos destruyeron la flota turca situada en el puerto de Sinope (en la actualidad, Sinop), en el mar Negro, el 30 de noviembre de 1853, lo que provocó una enérgica protesta de Gran Bretaña y Francia. Rusia ignoró la demanda por la que ambos países reclamaban la evacuación de Moldavia y Valaquia, y las dos potencias europeas le declararon la guerra en marzo de 1854, confiando en que su supremacía naval les proporcionaría una victoria rápida. El reino italiano de Cerdeña se unió en noviembre del mismo año a esta coalición anglo-francesa con la esperanza de ganar su favor y obtener su ayuda para expulsar a los austriacos del territorio de la península Itálica y así acelerar su deseada unificación italiana.

Fue en este momento cuando los aliados decidieron emprender una campaña contra Sebastopol (en la actualidad, en el sur de Ucrania), donde se encontraba el cuartel general de la flota rusa emplazada en el mar Negro; sus fuerzas alcanzaron Crimea en septiembre de 1854. En mayo de 1855, el general La Marmora, a cargo de 15.000 hombres, desembarcó en Balaklava. No obstante las dificultades logísticas, debidas sobretodo a la lentitud de las comunicaciones, los piamonteses lograron desplazar al enemigo, ocupando el Monte del "Zig Zag", que fue denominado como la "Roca de los Piamonteses" y reportando numerosos enfrentamientos en sus encuentros con el enemigo. La victoria de la tropa aliada sobre los rusos garantizó mantener en oriente una importante base occidental. La guerra se prolongó, a pesar de las cruentas derrotas que sufrieron los rusos en el río Alma y en las batallas de Balaklava y de Inkerman, debido a la negativa de Rusia a aceptar las condiciones de paz propuestas por los aliados.

Finalmente, Sebastopol cayó el 9 de septiembre de 1855, pero Rusia aceptó firmar la paz sólo después de que Austria amenazara con intervenir en la guerra.

Desde el punto de vista militar, esta guerra representó un acontecimiento desafortunado e innecesariamente costoso. Los comandantes de ambos bandos demostraron claramente su ineptitud desperdiciando vidas en combates absurdos, tales como la famosa carga de la Brigada de Caballería Ligera, en la que una unidad británica sufrió graves pérdidas durante la batalla de Balaklava. La ineficacia y la corrupción de las administraciones obstaculizaron el abastecimiento de alimentos, ropa y municiones en ambos ejércitos, y los servicios médicos no recordaban una situación tan atroz.

Bersaglieris con sus uniformes característicos
medallas Campaña de Crimea

Paolo Draghi es incorporado el 13 de diciembre de 1853. Forma parte del cuerpo de expedición a oriente embarcándose el 19 de mayo de 1855 y regresa el 22 de mayo de 1856 - Recibe la medalla Inglesa de Crimea el 15 de junio de 1856 (Ver documento)
La guerra de Crimea fue un acontecimiento de gran repercusión en la historia de Europa. Supuso el fin del acuerdo por el cual los vencedores de las Guerras Napoleónicas (Gran Bretaña, Rusia, Austria y Prusia) habían cooperado para mantener la paz en Europa durante cuarenta años. El mito del poder ruso quedó enterrado y la ruptura de la antigua coalición permitió a Alemania e Italia liberarse de la influencia de Austria y emerger como naciones independientes en la siguiente década. Por último, cabe señalar que las consecuencias de la derrota sufrida en Crimea fueron el factor desencadenante de la aplicación de un programa de profundas reformas internas en Rusia, llevado a cabo por el sucesor del zar Nicolás I, Alejandro II.

La unificación italiana
El Risorgimento fue el proceso que supuso el surgimiento, en 1861, de un reino de Italia unificado.
En el Congreso de Viena de 1815, posterior a las Guerras Napoleónicas, Italia quedó totalmente dividida, sin ningún tipo de institución unificadora. Existían tres obstáculos para la unidad. El primero era la ocupación del reino de Lombardía y Venecia, bajo soberanía austriaca, en el norte y noreste de la península Itálica. El segundo eran los Estados Pontificios, bajo la soberanía del papa, situados en el centro de la península. El tercer obstáculo lo constituían un grupo de estados independientes. En el noroeste se encontraba el reino de Piamonte-Cerdeña, que se había ido extendiendo lentamente desde la edad media y era el Estado más avanzado de Italia. Un segundo reino, el de las Dos Sicilias, ocupaba la mitad sur de la península. Tres ducados más pequeños, Toscana, Parma y Módena, eran gobernados por miembros de la dinastía Habsburgo austriaca. Todos estos estados eran absolutistas.


Las Revoluciones
Con anterioridad a 1848, el sentimiento nacionalista italiano se limitaba a pequeños grupos de la aristocracia y de la clase media. En 1820 se produjeron revoluciones en Nápoles y Piamonte, encabezadas por los carbonarios, y en 1831 tuvieron lugar otras en Bolonia, contra el papa Gregorio XVI, y en los pequeños ducados de Parma y Módena. Todos estos levantamientos fueron reprimidos por la intervención armada de Austria.

El movimiento revolucionario adquirió un marcado carácter nacionalista gracias al trabajo de Giuseppe Mazzini. Creía que Italia debía conseguir, no sólo la independencia, sino también la unidad como república integrada. Su sociedad secreta, Joven Italia, formó células revolucionarias en toda la península. El nuevo papa, Pío IX, elegido en 1846, se sumó al fervor nacionalista que culminó en las revoluciones de 1848. La primera de ellas obligó a Fernando II de Borbón, rey de las Dos Sicilias, a otorgar una Constitución a todo su reino. Mientras tanto, en Roma, Pío IX concedía reformas sorprendentemente radicales. El rey de Piamonte-Cerdeña, Carlos Alberto, levantó la censura impuesta a la prensa y otorgó el denominado Estatuto Fundamental. Tras la revolución en Viena se sucedieron los levantamientos italianos en contra de los austriacos en Milán y Venecia, y Carlos Alberto se convenció de la necesidad de declarar la guerra a Austria.
En la primavera de 1848 la independencia, o incluso la unidad, de Italia parecía una posibilidad inmediata. Sin embargo, los piamonteses fueron derrotados por los austriacos, y Carlos Alberto hubo de abdicar en favor de Víctor Manuel II. La intervención francesa, que fue solicitada por el papa (lo que le supuso la antipatía de numerosos patriotas italianos), acabó con la República instituida por Mazzini en Roma, a pesar de la heroica defensa de Giuseppe Garibaldi. Sólo en Piamonte logró sobrevivir un régimen constitucional. El nombramiento del conde Camillo Benso di Cavour como presidente del Consejo en 1852, que mantuvo el sistema parlamentario y permitió un gran desarrollo económico del reino, atrajo la simpatía de numerosos liberales italianos que apoyaban la unificación. Una política perspicaz, oportunista y flexible permitió realizar la unificación de Italia en poco más de una década.

La fase diplomática y militar

Cavour, tras involucrar a Piamonte en la guerra de Crimea como aliada de Francia, planteó en el Congreso de París (1856) la cuestión italiana a Europa. Después intentó asegurarse el apoyo diplomático y militar del II Imperio Francés, encabezado por Napoleón III. En la entrevista y acuerdo secreto de Plombières ambos planearon una guerra contra Austria, y acordaron que Francia recibiría la cesión de Niza y Saboya por parte del Piamonte. En la primavera de 1859 Cavour provocó que los austriacos enviaran un ultimátum a la capital piamontesa de Turín exigiendo el desarme piamontés. Cavour rechazó el ultimátum, y en la guerra posterior los franceses apoyaron a los piamonteses. Los austriacos fueron derrotados en las dos sangrientas batallas de Magenta y Solferino, y se vieron obligados a entregar Lombardía, con su gran ciudad de Milán, a Napoleón III, que la puso bajo la soberanía de Víctor Manuel II de Piamonte-Cerdeña.
Paolo Draghi recibe la medalla Francesa conmemorativa de la campaña de 1859 y es autorizado a portarla en el uniforme el 1 de abril de 1860 (Ver documento)


Los ducados de Toscana, Parma y Módena, y la mitad norte de los Estados Pontificios (las Marcas y Umbría), optaron, mediante plebiscitos populares, por la unión con Piamonte, que se había convertido en el reino de Italia del Norte en el transcurso de la primera mitad de 1860. La inquietud que estos cambios provocaron en Napoleón III se calmó con la decisión de Cavour, acordada en el Tratado de Turín (1860), de ceder las provincias de Saboya y Niza a Francia. Esta medida no tuvo buena aceptación en Italia, y enfureció a Garibaldi, que había nacido en Niza.



Garibaldi fue el héroe de la siguiente fase de la unificación italiana. Seguidor de Mazzini y partidario de una Italia unificada bajo una forma republicana, en mayo de 1860 embarcó en dos pequeños barcos, desde un punto próximo a Génova, con un contingente formado por poco más de mil jóvenes soldados ('expedición de los Mil', también llamados los 'camisas rojas'). Desembarcó en Sicilia, que fue ocupada rápidamente. Su extraordinaria campaña culminó en el mes de septiembre con la entrada en Nápoles, poniendo fin al reino de las Dos Sicilias. Garibaldi creó un sistema dictatorial en Nápoles y se preparó para marchar a Roma, lo que provocaría un conflicto internacional.
Paolo Draghi es reincorporado por segunda vez y participa de las Campañas de Ancona y Baja Italia (1860-1861) (Ver documento)


Con el fin de recuperar la iniciativa, Cavour ocupó los territorios pontificios y trasladó un ejército piamontés a Nápoles, donde el antiguo republicano reconoció como rey a Víctor Manuel. Un parlamento que representaba a toda Italia, excepto a Roma y a Venecia, proclamó a Víctor Manuel II rey de Italia el 17 de marzo de 1861.


Tras su intervención en la Guerra Austro-prusiana (1866) como aliada a Prusia, Italia obtuvo el Estado de Venecia por la Paz de Viena. Para completar la unificación sólo restaban los Estados Pontificios, que Italia consiguió gracias a su intervención en la Guerra Franco-prusiana (1870-1871), apoyando nuevamente al dirigente prusiano Otto von Bismarck. Italia logró así la unidad peninsular, pero mantuvo las reivindicaciones territoriales sobre Trentino e Istria, especialmente respecto de la villa de Trieste, lo que originó la cuestión del irredentismo. También quedó pendiente la relación con el Papado, que no renunciaba a recuperar sus territorios en el centro de la península ni reconocía al reino de Italia, situación que no se normalizó hasta los Pactos de Letrán (1929), firmados en época de Benito Mussolini.

Fuente: Enciclopedia Encarta ©